En economía, la especulación consiste en efectuar operaciones comerciales o financieras con el fin de obtener beneficios basados en la variación de precio. La especulación conlleva riesgo. En fútbol, la especulación se relaciona con equipos inestables. Equipos que no consiguen controlar el encuentro y arriesgan debido a una incapacidad. La incapacidad puede darse por muchos motivos, pero, normalmente, se da por falta de control sobre el rival. En el Camp Nou, el Barça goleó a un Sevilla muy por debajo de su nivel. Pero no es oro todo lo que reluce, ni harina todo lo que blanquea. El Barça especuló y, por momentos, volvió a mostrar síntomas de incapacidad.
Aspirina FIFA
El famoso ‘virus FIFA’ se convirtió esta vez en aspirina para Luis Enrique. El equipo llegaba al parón con muchas dudas que debía tratar de solventar lo antes posible. Para eso, el asturiano iba a contar con dos semanas sin partidos. Donde no especuló fue en el once. Luis Enrique salió con todo y eso se vio reflejado en los primeros minutos. El FC Barcelona parecía querer cambiar su juego. Los problemas del equipo en la creación parecían solventarse en los primeros minutos gracias a la ayuda de Xavi en la recepción y al despliegue de Rakitic.
Con el Sevilla todavía contemplativo, el Barça consiguió dominar con tranquilidad los primeros minutos. A pesar de no estar precisos en el último pase, no faltó intensidad. Varios jugadores tenían cuentas pendientes y era importante mostrar actitud. Uno de ellos, Leo Messi, que había dejado su futuro en el aire, fue recibido con aplausos. Unos aplausos que iban a durar toda la noche.
El mejor de la historia
Es posible que Kubala pueda discutirle a Messi el ser el mejor jugador de la historia del FC Barcelona pero lo que ha hecho Leo no lo ha hecho nadie. Simplemente, el mejor. Messi dio una exhibición digna del máximo goleador de la historia de la Liga. El argentino abrió y cerró el marcador en una noche que no olvidará jamás.
Volviendo al partido, Messi hizo lo más difícil. El Barça empezaba a bajar el ritmo y, en una buena falta provocada por Suárez, Messi fusiló la escuadra. La falta estaba mejor situada para un diestro pero Messi no entiende de lógicas futbolísticas. El 1-0 serenó al equipo hasta el punto de ceder terreno a un Sevilla que parecía poner la alfombra a Leo Messi. Los de Emery crecieron y las dudas volvieron al conjunto de Luis Enrique. El centro del campo perdía poco a poco la batalla por la posesión provocando que el Sevilla llegase cada vez con más hombres al ataque. Y ahí el Barça sufre. El Sevilla fue impreciso en el último pase y eso salvó a un Barça que necesitaba el descanso cuanto antes.
El Barça se desploma
El valor del Barça, si de Bolsa se tratase, se hubiese desplomado. Si especulas, puedes hundirte. Tan solo había pasado un minuto tras el descanso cuando Jordi Alba marcó en propia puerta. Si el Sevilla llega, puede marcarte. Parece lógico pero es la tónica habitual de la temporada en Can Barça. El querer ser más verticales implica partir al equipo y generar un descontrol que solo puede traer cosas negativas. Se vio con el Tata Martino, con Tito Vilanova e, incluso, con Pep Guardiola, el Barça sufre en partidos descontrolados.
Faltaban 45 minutos y el equipo debía demostrar que iba a más. La reacción no se hizo esperar y Neymar, tras un gran centro de Xavi, peinó el balón al fondo de las mallas. Habían pasado dos minutos tras el empate. Con 2-1, el Barça debía controlar a un Sevilla que parecía estar herido de muerte.
Al más puro estilo Madrid
El Barça remató el partido como lo solía hacer el Madrid. Puede gustar más o menos, pero Suárez y Neymar se dedicaron a jugar al espacio en la mayor parte de la segunda mitad. No lo hizo Messi, que debía bajar a recibir para tratar de crear en un centro del campo algo gris. Fue a la contra cuando el Barça mató el partido definitivamente. Primero Rakitic a pase de Suárez y luego Messi a pase de Neymar. El resultado era claro pero, ¿lo era el juego?
Es cierto que el equipo está en construcción, a pesar de estar a las puertas de diciembre, y que la plantilla ha cambiado con respecto a los años anteriores. También es cierto que, quizá, ya no sea posible jugar como se hacía antes. Hace uno o dos años el Barça tenía graves problemas en muchos partidos pero siempre mantuvo la idea de juego. El centro del campo mandaba y a partir de ahí se generaba el resto. En este Barça, parece que la tendencia a ser más vertical provoca que el centro del campo tenga menos protagonismo y se dependa de la brillantez de los tres genios en ataque. En Liga puede ser que salga bien pero ante los rivales directos, como se vio ante PSG y Madrid, el FC Barcelona es incapaz de frenar al rival.
«Vi jugar a Leo Messi»
El Camp Nou se puso en pie por tercera vez, como mínimo, en lo que iba de partido. Messi, un devorador insaciable, marcó un gol que le define. El argentino regateó a dos rivales, tiró una pared con Neymar y definió perfectamente desde la frontal. Potencia, calidad y talento.
Tras el partido, el FC Barcelona homenajeó a Messi con un emotivo vídeo que acabó con pitos a Bartomeu y Zubizarreta. Messi cerró, por lo menos durante un tiempo, la puerta de las críticas para abrir la de la historia.
«Tengo nostalgia del presente cada vez que juega Messi. Soy hincha fanático de este lugar en el mundo y de este tiempo histórico. Porque, me parece a mí, en el Juicio Final estaremos todos los humanos que han sido y seremos, y se formará un corro para hablar de fútbol, y uno dirá: yo estudié en Amsterdam en el 73, otro dirá: yo era arquitecto en São Paulo en el 62, y otro: yo ya era adolescente en Nápoles en el 87, y mi padre dirá: yo viajé a Montevideo en el 67, y uno más atrás: yo escuché el silencio del Maracaná en el 50.
Todos contarán sus batallas con orgullo hasta altas horas. Y cuando ya no quede nadie por hablar, me pondré de pie y diré despacio: yo vivía en Barcelona en los tiempos del hombre perro. Y no volará una mosca. Se hará silencio. Todos los demás bajarán la cabeza. Y aparecerá Dios, vestido de Juicio Final, y señalándome dirá: tú, el gordito, estás salvado. Todos los demás, a las duchas.»
Hernán Casciari